En Chiloé, la lana siempre ha sido más que una materia prima: es sustento, herencia y memoria. En torno a ella giran los oficios que han dado abrigo al archipiélago durante generaciones, y también las historias que hoy se cuentan a niños y niñas, gracias al trabajo de dos artesanas de Dalcahue: Malvina García y María Ulloa. Sus manos creadoras dan forma y vida a un proyecto inédito que rescata la cultura chilota para la infancia: la colección de sets literarios Panchita recorre Chiloé y El pescador de Chiloé, iniciativa a cargo de la diseñadora y académica UC Gabriela Sandoval, que combina artesanía, diseño y poesía para acercar a niñas y niños a la cultura chilota a través del juego y la lectura.

Patrimonio textil
Como muchas mujeres chilotas, Malvina García y María Ulloa crecieron entre ovillos, palillos y telares, en hogares donde la lana de oveja era parte de la vida cotidiana y el oficio textil, una herencia materna.


María nació en Puchaurán, un pequeño sector rural de Dalcahue, donde su madre tejía ponchos, frazadas y sabanillas. A los 12 años tomó su primer huso de alerce -una varilla de madera coronada por una tortera – y desde entonces no ha dejado de hilar. Pese a que su trabajo actual está ligado a un emprendimiento de cocina, los fines de semana se reserva un tiempo para limpiar, lavar y preparar la lana recién esquilada. La hila con el huso, que hace girar con los dedos mientras lo sostiene entre las piernas, hasta obtener hebras “bien finitas”, su especialidad. Luego, con el aspa, da forma a madejas que conservan los tonos naturales de la lana —blanco, negro o gris— o adquieren matices ocres y cafés tras ser teñidas con cáscaras de cebolla y restos de manzana.


A pocos metros de allí, también en Dalcahue, Malvina García tiene su taller, donde continúa el legado aprendido en su infancia en la isla Chulín, donde creció entre los palillos y las lanas de su madre artesana. A los nueve años ya tejía sus primeras prendas, pero fue dos décadas más tarde, cuando su hija Sofía ingresó al jardín infantil, que su oficio tomó un nuevo rumbo: quiso crearle una muñeca que no solo fuera un juguete, sino una compañera de aprendizaje. Así nació Panchita, una muñeca de lana con bolsillos en el ruedo de su falda donde guarda pequeños hijitos que enseñan los números, los días de la semana y los colores. “Podía jugar y aprender al mismo tiempo”, recuerda Malvina.
En jardines infantiles y colegios
Panchita se transformó en el punto de partida de un mundo textil que fue puesto en valor y que se multiplicó en los proyectos Panchita recorre Chiloé y El pescador de Chiloé, que cocreó junto a la diseñadora Gabriela Sandoval. El primero invita a viajar por la isla junto a su protagonista, tejida por Malvina en lana de oveja, a través de tarjetas con paisajes, rimas y adivinanzas. El pescador amplía ese relato artesanal con un libro desplegable en verso y un muñeco tejido que representa a un buzo real de Dalcahue: José Muñoz.

En total, Malvina ha tejido más de 150 Panchitas y 200 pescadores que acompañan a cada set literario, que hoy habitan talleres, bibliotecas y jardines infantiles de Chiloé, la Región de Los Lagos y el resto del país, distribuidos gratuitamente gracias a dos proyectos Fondart. A eso se suma una colección de más de 50 personajes de lana -brujas, sirenas, curantos, nalcas, chucaos, tejedoras y abuelas, entre otros- que dan vida a las ilustraciones de tarjetas y libros, y que en los talleres presenciales en colegios y jardines infantiles los niños y niñas pueden conocer, tocar y disfrutar.
Uniendo generaciones
Todo este universo de muñecos fue tejido por Malvina con la lana hilada por María. Ambas artesanas trabajan en un diálogo natural de confianza y respeto: la una hila pensando en lo que la otra va a tejer. Así, la fibra pasa de la oveja al huso, del palillo al muñeco, del oficio al cuento. Juntas representan una cadena de saberes que une a las mujeres del archipiélago con su territorio, su memoria y ahora con las nuevas generaciones.
“Es bonito que no se pierda la tradición del hilado y el tejido. Me gusta que el proyecto quede acá mismo, en la isla y que los niños sepan de dónde viene la lana, qué se hace y puede hacer con ella y que empiecen a conocer su cultura, porque en Chiloé mucha gente vive de la artesanía en lana. Mis hermanas tejen pieceras, chales y también son artesanas. Por eso estoy feliz de poder ayudar a que las Panchitas lleguen a otros lugares y que los niños puedan ver este trabajo”, dice. María Ulloa, quien tiene más de 40 años de oficio.

Por su parte, Malvina García, con más de tres décadas dedicadas al tejido, continúa imaginando personajes que acercan la identidad chilota a niños y niñas desde los 3 años.
“Para mí es genial que muchos niños y niñas puedan aprender con Panchita y El pescador, sobre todo a leer, y que las educadoras cuenten con este material para hablarles de la cultura y mitología chilota. Que lo que hago pueda ayudar a los más pequeñitos a conocer nuestras costumbres, que lamentablemente se están perdiendo. Por otro lado, me encanta participar en los talleres y ver la carita de emoción de los niños. Es que Panchita es muy amistosa, y por eso no ha dejado de volar por el mundo”, afirma.



